Texto de exposición, Hogar y esperanza

“…lo pulido, lo liso, lo impecable, son las señales de identidad de nuestra época. Son lo que tienen en comúnlas esculturas de Jeff Koons, con los teléfonos de última generación y la depilación. Lo bello natural se ha atrofiado en lo bello digital que no tolera ninguna extrañeza, ninguna alteridad, ninguna negatividad, ningún fracaso. Nos hallamos en una crisis de lo bello en tanto que se lo satina, convirtiéndolo en objeto del ´me gusta´, en algo arbitrario y placentero, que se mide por su inmediatez y su valor de uso y de consumo. Pero la belleza no es necesariamente impecable, acontece más bien como reencuentro y reconocimiento…”.  

     

Byung-Chul Han 

 

Esta exposición viene de Cuba, se gestó en Cuba, los artistas que la integran nacieron y se educaron en Cuba; esa Isla tan llevada y traída desde el amor, la admiración, el ataque, la crítica furibunda o la indiferencia. Ya no es faro en el Caribe, ni guía utópica para construir una nueva sociedad, pero continúa siendo un referente simbólico, de la utopía revolucionaria para el mundo; y en medio de la crisis sostenida en la que vive, aún deriva de ella, sobre todo de su gente y su cultura, un flujo de candor, de luz. 

 

El equipo de Brigade percibió esa luz, se ha acercado con respeto y consistencia a la experiencia de articular en La Habana una Residencia de Arte para artistas europeos, que durante semanas dialogan con el contexto y conciben y muestran sus obras allí, utilizando los recursos que encuentran y algunas facilidades que ofrecen las instituciones dedicadas al arte, con las que colaboran. Ahora esta exhibición, titulada Hogar y Esperanza, le ofrece a un conjunto de artistas cubanos la posibilidad de tener un espacio de intercambio y visibilidad en Copenhague, de conectar a través de la sensibilidad de sus obras, con el público danés.  

 

Nos preguntamos si los vocablos hogar y esperanza serían lo suficientemente poéticos para nombrar la muestra, si podrían relacionar felizmente todas las estéticas y tópicos contenidos en las obras de los artistas, y concluimos que sí. Son palabras lo suficientemente abarcadoras y hermosas que evocan temas ontológicos para el ser humano, y cuyos significados pueden circunscribirse al ámbito de lo privado, lo íntimo, lo personal o expandirse a la esfera de lo público, global, universal. 

 

Hogar, que viene del latin focaris, derivado de focus, fuego en español, se remonta al principio de la cultura occidental y su culto al fuego. Cada casa tenía su hoguera y en torno a ella las familias hacían la vida en su sentido más urgente y literal -la cocina de sus alimentos, la labranza de distintos materiales, el calor durante el invierno, la protección de sus depredadores-; y también en un sentido más subjetivo –el acompañarse  y conversar o guardar silencio, la purificación espiritual.  

 

La Esperanza, cuya etimología proviene del verbo esperare en latín, esperar en español, y del sufijo anza, que indica acción, ha sido frecuentemente percibida como un acto de fe, medio ingenuo, místico y hasta cobarde, si de abordar la realidad se trata. El caos económico político en el que estamos inmersos, dados los altibajos del capitalismo global y los totalitarismos con signos de izquierda o derecha, la alienación y la explotación ignoradas y ocultas bajo la ilusión de la libertad, protegida por las nuevas tecnologías y el mercado, casi nos hacen creer, que la Esperanza puede ser un pecado, un error teórico e intelectual. Sin embargo, decidimos si esperamos, decidimos si confiamos, la Esperanza es un acto de voluntad, implica trabajo y lucha, se refiere al anhelo de un lugar real, fruto de los actos creativos del hombre, de la transformación activa, crítica, dialéctica de la vida. 

 

Todas las piezas que integran la exposición pueden ser comprendidas desde la configuración de estos dos términos, unas en una relación inmediata y otras de un modo más sútil o metafórico. Hay artistas cuyos contenidos se refieren a situaciones que transcurren, se desarrollan o cobran sentido, en el ámbito del imaginario colectivo, social, y político y otros cuyos recorridos son eminentemente íntimos, autorreferenciales, subjetivos.  

 

Mari Claudia García, por ejemplo, muestra dos piezas que expresan en lo inmediato, sus preocupaciones en torno a las tensiones políticas que se han dado en Cuba, durante los dos últimos años, entre la sociedad civil y el gobierno, lo que ha incluido activamente a una parte de la intelectualidad y al gremio del arte; y el modo en que ello limita o ensancha los espacios de emancipación de la ciudadanía. Ese contenedor y casa grande que podría ser la Isla para todos los cubanos, se convierte en un espacio inquietante, asfixiante, peligroso, para algunos y en un espacio de posible transformación profunda para otros. Por eso el grillete y también la posibilidad e imposibilidad de escribir, de vivir, en Libertad. Los materiales utilizados, en este caso, su experimentación con el vidrio, nos pudieran hacer pensar en la fragilidad del poder, cuando no se ejerce desde un consenso legítimo y en la naturaleza relativa, azarosa, de la construcción de la libertad.  

 

Con una visión histórica, pero desde la ficción, Alejandro González construyó escenas de situaciones que en su momento no registró, porque aún no era fotógrafo -era muy joven-, ni podía tener madurez política para comprender el alcance de lo acontecido. Dos eventos significativos para el futuro de la sociedad cubana y uno de ellos de trascendencia global: la caída del Muro de Berlín, símbolo del final de la Guerra Fría y del desmantelamiento de los socialismos de Europa del Este; y el juicio retransmitido por la Televisión Cubana, al General de División y Héroe de la República de Cuba, Arnaldo Ochoa, que concluyó con su fusilamiento.  

 

Se recrean espacios domésticos, la sala de una casa cubana, cualquiera, depauperada, y la oficina de un funcionario, también cualquiera (las oficinas a veces se convierten en extensiones hogareñas para los burócratas), y a pesar de la importancia de lo que se trasmite en los monitores respectivos, hay una falta de atención evidente, una enajenación pautada de la noticia. Lo cierto es que en Cuba nunca se trasmitieron en tiempo real las imágenes de lo que ocurría en Berlín, las vimos mucho tiempo después a través de películas y documentales. Y, lo que pudimos escuchar y apreciar del proceso penal contra el General, fue obviamente editado y sesgado. El gobierno cubano decidió protegernos del mundo y hasta de nosotros mismos, decidió protegerse. Hechos que embargaron de esperanzas y certezas a muchos seres humanos en el mundo y en Cuba, o de desesperanza y confusión.   

 

El video performance de Susana Pilar, Resistencia, podría leerse desde el contexto cubano también, sin embargo, creo que rebasa esa circunstancia y resuena con agendas globales y luchas recientes en contra de la violencia de género y a favor de los derechos de las mujeres, en contra del racismo, cualquiera que sea su forma de expresión y a favor de los derechos de todas la comunidades raciales y étnicas que habitan el planeta, en contra de la discriminación por motivos políticos, religiosos, de sexo y de orientación sexual y a favor de los derechos de las comunidades LGBTIQ+ y los derechos e inclusión plena de las personas con capacidades diferentes. 

 

Susana se somete al embate sostenido de un viento fuerte, que casi resulta insoportable, pero no se rompe, no se quiebra. Aquí su hogar, nuestro hogar, es el mundo. Toda su resistencia, nuestra resistencia, y agregaríamos ahora el valor que aporta el término resiliencia, o capacidad de recuperarnos, es su esperanza, nuestra esperanza. 

 

La propuesta de Yaily Martínez también conecta su visión del hogar con el mundo, pero diría que en un sentido menos político, más antropológico y existencial. El hogar para ella es la naturaleza, entendida no como paisaje, sino como campo de acción y transformación instintiva e intuitiva de la vida que habita en ella. Observa e intenta representar las reacciones, la fuerza que emana del mundo animal salvaje para entender también nuestros comportamientos. El impulso físico y psíquico de movernos, la impotencia que genera la imposibilidad de movimiento y toda la ilusión cultural que hemos generado en torno al movimiento. La necesidad de cazar, de sobrevivir, de competir, la relación inconsciente o consciente con el espacio y el tiempo que moramos. Desde esa perspectiva el hogar es una zona de confort, bienestar y de desafío o peligro constante, todo al unísono, y la esperanza o desesperanza, derivan de la voluntad natural.  

 

Ninguna pieza de la exposición se refiere a un ámbito más personal, desde el punto de vista representacional del hogar, que la obra de Osvaldo González. Sus diseños interiores resueltos con precinta y luz son la expresión de su obsesión por atrapar los detalles arquitectónicos, objetuales y decorativos de los espacios que habita con su familia, su estudio de trabajo y el de los amigos. Apenas sugiere a través de alguna ventana, el jardín, el patio, la calle o el mar. No tira fotos de esos referentes visuales, los reproduce desde la impronta de sus emociones. Son espacios cálidos, apacibles, luminosos. No importa en qué país, continente o galaxia está, el hogar para Osvaldito es su lugar físico familiar, el lugar donde tan bien se está.  

Linet Sánchez, también trabaja con la construcción de espacios íntimos, pero esos lugares habitan en su cabeza, vienen del mundo de los cuentos, los propios y los ajenos, de la imaginación, de secuencias de películas o atrezos de teatro, de situaciones que vivió o creyó que vivió, lugares que podríamos nosotros mismos reconocer o completar, limpios, que de tan limpios resultan inquietantes, figurativos o más abstractos, a veces sin entradas, ni salidas claras, pero casi siempre incitando al recorrido. Ahí reside su creación, su espacio de búsqueda de energía y confort, tanto en las piezas que terminan siendo fotográficas como en sus maquetas esculturadas. Se siente segura ahí, contenida. 

La abstracción, sin dudas, define el patrón de trabajo de Ernesto Sánchez, no solo resultado de un ejercicio formal que tiene que ver con la ilusión de los límites, la continuidad o la transición entre un área y otra, sino que es abstracción intencionada de la realidad, un ejercicio de evasión consciente en relación con los grandes problemas que nos aquejan como individuos, sociedad o comunidad mundial.   

 

Su proceso es su hogar, su estudio es su hogar, su trabajo es su hogar, y a la vez son también toda su esperanza. Ha decido desembarazar a la sociedad, al país donde viva y al mundo, de la responsabilidad de satisfacer sus expectativas sobre cuestiones tan personales y subjetivas como las ideas que tenemos sobre el hogar y la esperanza. Prefiere no contaminar su trabajo con la lógica polar que abunda en discursos y polémicas que exacerban la confrontación y el enfrentamiento. Se ha agotado, incluso desde la representación del arte, de todo aquello que intenta expresar la realidad de alguien o de los otros. Su postura pareciera ingenua, pero no lo es, es un acto de elección sobre lo que quiere con su trabajo y la vida. 

 

Cierro mis comentarios sobre la muestra con las obras de Arlés del Río, que forman parte de su serie Nosotros. Aunque ellas expresan un interés político inmediato, vinculado con la demografía del mundo, lo que incluye también a Cuba, lo más sugerente es el modo en que las piezas integran lo local con lo global y lo personal, la dimensión del ser, con la vastedad universal.  

 

En momentos en que los medios nos informaban y casi agobiaban con las estadísticas diarias de las personas fallecidas o infectadas a causa del Coronavirus, Arles tropezó con la cifra diaria de la población mundial, nunca había sido consciente de ella. Entonces le prestó atención cotidiana, como si aferrarse a ese número significara proyectar su necesidad de vivir, su deseo de vida también para los amigos y familiares, en vez de continuar sumiso frente a los bucles noticiosos del acecho de muerte. Graficó esas cifras, continúa haciéndolo, las imprimió y monumentalizó sobre estas superficies espejadas. Me dice que la Pandemia le dio tiempo para estar en casa, para disfrutar de sus hijos, su esposa, su pedazo de patio, de cielo, pero sobre todo para estar en sí mismo. Ser consciente, observarse a sí mismo, con honestidad y aceptación, con sus miedos y esperanzas. 

 

Las piezas son lindas, austeras, pulidas, se insertan en la lógica de la frivolidad estética contemporánea del arte y las vidrieras. Me vi en ellas primero desde la vanidad, luego desde la democracia abstracta de esa cifra. Sentí menos soberbia y más gratitud por ser parte de esa masa afortunada de los vivos, llena aun de posibilidades, de la posibilidad del reencuentro substancial y compasivo conmigo y con los otros. Acaso estando en nosotros mismos, estamos en todos, nos integramos al todo.  

 

Auguro que el público danés, a pesar de las distancias físicas y culturales, se reconocerá definitivamente en la belleza de todas las piezas que integran la exposición.  

 

 

Sachie Hernández